En algún sitio le leí a mi querido Dani de Fernando, editor de Monóculo, que el sentido de los tatuajes es obligarle a uno a amar quien fue. O, al menos, recordárselo. Tiene razón, pero cada vez son más quienes reniegan de ello: la pandemia de las pieles tatuadas en mi generación ha traído como contrapartida el auge de los centros de láser para borrarlos. Supongo que no todo el mundo está dispuesto a asumir que hubo un tiempo en el que le pareció buena idea estamparse un Piolín en la nalga, o un tribal en la espalda baja, o un símbolo de infinito en la nuca. Para borrarse un tatuaje no solo hay que mirar con condescendencia o escándalo a quien uno fue cuando decidió hacérselo: hay que estar en abierta rebelión contra ese yo pretérito.
Amar quienes fuimos
Published 3 hours ago
Source: feeds.elpais.com

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